lunes, mayo 16, 2005

Historias Ejemplares

BENDICIENDO AL QUE NOS DETESTA

Muchas veces nos hemos encontrado en situaciones en las cuales nos encontramos siendo el malo de alguna situación de la cual somos conscientes que no lo somos, muchas veces nos vemos inmersos en medio de controversias, o somos blancos de algún prejuicio que nos hace ser culpable sin ni siquiera haber sido escuchados, entonces se me ocurre la belleza y sabiduría de la tradición cristiana que nos dice “amar a nuestros enemigos” o mas profundamente “ofreciendo la otra mejía” , contaré la historia de una persona ya muy anciana que vivía en lo que ahora es Irán, éste era un anciano y vivía en una aldea predominantemente cristiana, él profesaba la religión islámica, por el simple hecho de serlo era blanco de críticas ácidas por parte de sus vecinos, él era el remanente de un siglo de dominación otomana, aunque los otomanos eran muy intolerantes con lo que no fuera islámico, habían permitido que estos cristianos ortodoxos florecieran a excepción de nuestro anciano que se llama Azzam, él tenía su casa muy alejada de la aldea, pues un día un forastero se apareció en las cercanías de la casa de Azzam herido y golpeado por unos ladrones que lo habían saqueado e incluso hasta sin ropa lo dejaron, Azzam calladamente y sin hacer mayor publicidad lo llevó a su humilde morada, le dio de comer y le alivió las heridas, le vistió, al cabo de unos días el forastero se sintió mucho mejor, y se fue sin agradecer, sin hablar con su protector, ni al menos decir adiós a la persona que le ayudó. En esa aldea se habían radicalizado grupos extremistas que decían que el gobierno otomano debían de darles mas reconocimiento por ser cristianos de hacía mucho tiempo, así que empezaron a sublevarse contra la autoridad, y como muestra de rebeldía empezaron a mostrar irreverencia contra todo lo que pudiera pensarse como islámico, ahí se acordaron de Azzam y fueron a su casa y lo sacaron, lo escupieron, lo golpearon a pesar de ser ya un anciano y lo llevaron hasta el alcalde del pueblo amarrado de una mula y arrastrándose por el suelo, al llegar el alcalde quedó impactado por lo que habían hecho éstas personas radicales, y reconoció a Azzam como la persona que una vez le había salvado de morir cuando unos malhechores lo habían asaltado regresando de un pueblo vecino, Azzam ya sin fuerzas oraba en silencio, y pedía a su Dios que le ayudara en esta prueba tan dura, el alcalde sorprendido no pudo cambiar de actitud ni siquiera mostró simpatía para el que había sido un protector en momentos de necesidad, así sin mas que decir le dijo a la muchedumbre encendida que lo ejecutaran como muestra de rebeldía al invasor, antes de ser colgado tenía derecho a unas palabras, así que el alcalde no podía negar ese derecho que a pesar de ser injusta su acusación no podía evadir, el alcalde pensó que le iban a recriminar algo pero cayó sus sospechas, Azzam ya sin fuerzas solo dijo estas palabras: -“Con toda mi alma bendigo a estas personas aunque no comparto sus motivaciones si deseo que Dios no vea en este acto una ofensa, si que tenga misericordia del alma de estos seres que ahora me acusan..” mi pregunta es cuantas veces habremos sido éstos aldeanos que matan a personas sin realmente saber de qué los acusamos, los matamos con nuestros prejuicios, con nuestra intolerancia, o con odios que son completamente infundados, para la posteridad ésta persona a pesar de haber sido islámica es recordada en aquel pueblo como santo cristiano por la humilde aceptación de su injusta muerte.


De mi libro "Tu verdadero Ser"

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