En la vida hay momentos vitales: en los cuales nos vemos en la disyuntiva
de tomar decisiones, muchas de ellas son tas duras que nos vemos en verdaderos
cuellos de botellas, con más dudas que respuestas, con las manos atadas a
viejas formas de ver el mundo, con prejuicios sonando en nuestras cabezas como
viejas canciones sin final, en total hechos un montón de pedazos sin una línea
clara nos adentramos a nuestras inseguridades y buscamos aquellos que denominan
“zona de seguridad” y nos sentamos a observar la película de nuestra vida sin
tomar decisión alguna y dejamos que la inercia camine o nos deje sin el impulso
que una decisión (correcta o incorrecta nos lleve) y terminamos siendo víctimas de el status quo (locución latina que
significa “en lo mismo, sin alteraciones”) y caminamos creyendo que hemos sido
valientes cuando ha sido lo contrario firmamos la carta de nuestras vidas que
nos dice que somos unos “patéticos cobardes”.
Cuando nos toca hacer un inventario moral y vemos hacia atrás y entendemos
lo que hicimos o dejamos de hacer nuestra gran traicionera termina siendo
precisamente la “indecisión”, esa voz traicionera que nos dice que nos hagamos
hacia atrás, que seamos cobardes, que simplemente nos quedemos como idiotas
viendo la vida evolucionar y precisamente serás tú quien se quede sin crecer
por esa estúpida voz que te hace repensar demasiado lo que a veces son las
decisiones más importantes que sencillamente no tomamos, y luego lloraremos
cuando ya no sea posible hacer absolutamente nada.
Si a mis veinte años con una vida por caminar no hubiese oído esa
traicionera voz ahora estaría en otras circunstancias, en otras encuentras
ángeles que te brindan ayuda desinteresadamente y tu duda: tu mente crítica
aquella incapaz de aceptar la ayuda sin imaginar nada negativo se hace cargo de
destruir esa ayuda y convertirla en tiempo perdido para aquellos que nos
tendieron la mano sin esperar precisamente lo que les damos: nada. Si ahora
cuando ya las cosas han pasado, cuando la tormenta de la indecisión ha hecho de
las suyas entonces es cuando analizamos con la mente fría y nos damos cuenta de
la estupidez que hicimos muchas veces para nuestro dolor ya sin nada que hacer
para revertir el producto de nuestros temores, miedos e indecisiones.
Por ello cuando te encuentres en una decisión vital, hazte a un lado y pregúntale
a tu corazón no a la razón, no a lo que esa traicionera voz negativa te dice, y
empiezas con esas excusas hasta ridículas que empiezan a desfilar para
justificar tu mediocridad emocional, te digo lo que mi madre siempre me dijo en
vida ¡se valiente! Y si te equivocas pues en hora buena, te aseguro que es
mejor conocer el sabor de una decisión que la duda de una que nunca tomaste,
las decisiones son las que nos hacen crecer para bien o para mal, son las que
nos van moldeando el carácter y nos convierte en personas maduras y preparadas
para la vida, este artículo se lo dedico a aquellos que con su indecisión tal
vez sin darse cuenta han perdido las mejores oportunidades de la vida, no somos nadie para juzgar pero si podemos
ayudarles a que se encuentren a sí mismos, a que se entiendan y por fin puedan
tomar decisiones e independiente a los resultados acepten que son valientes y
no una burla de sí mismos. ¡Bendiciones a tod@s!
Dedicado a tod@s aquell@s que por no tomar las decisiones me perdieron como
amigo, hermano, o simplemente como alguien de ayuda.
Ezequiel Méndez
@ezek71 (twitter)
http://ezequielmendez.info
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