La humanidad ha salido de un siglo marcado por dos guerras mundiales y una
fría a un siglo marcado por el deterioro del medio ambiente y de la
omnipresencia tecnológica, pero a la vez el ser humano ha visto mermada su
propia humanidad, el consumismo lo ha tirado contra las cuerdas y le ha hecho
replantearse sus valores como raza y como sociedad, ahora encontramos personas
vendiendo partes de su cuerpo a cambio de un artilugio tecnológico, o se venden
virginidades a cambio de cuantiosas sumas de dinero, bueno el humano como tal
se ha convertido en mercancía y desea negociarse en el mercado siempre al mejor
postor, ello ha llegado inevitablemente debido a la pérdida de valores, al
desgaste de la espiritualidad dentro de una sociedad insípida y ausente de los
problemas que como personas afrontamos, esta misma noche me encontraba pensando
en todas aquellas personas que encontré en mi destino y que prefirieron
perderse ante la tentación del poder que el dinero como tal ofrece, no
significa que el dinero sea malo sino perder la prioridad de lo que como tal
puedes o no hacer con el mismo, algunos fueron exitosos otros sin embargo yacen
en situaciones deplorables y muchos tantos más perdieron sus vidas sin ni
siquiera experimentar lo más mínimo de fortaleza espiritual y terminaron en la
soledad de un vida agnóstica y triste. El punto aquí es: ¿Qué ganamos? ¿Qué
perdemos cuando nuestras perspectivas caen en el engaño de la falta de
conciencia y de humanidad?
Cuando creemos que sólo somos un cuerpo carente de nada como dictan los
cánones de la filosofía materialista no nos queda más que ser un accidente
cósmico y lidiar con la fatídica realidad de la materia en eterna evolución dando
siempre saltos cualitativos en contradicción perenne con todo para superarnos
dialécticamente, hasta ahí hay una tremenda coherencia el gran dilema es cuando
nuestra realidad interior se encuentra con situaciones que el materialismo
mismo no nos puede explicar ni darnos la más mínima idea, cómo explicar las
diferentes etapas de la vida a la luz de sentirnos una simple materia en eterna
evolución, cómo explicar el reflejo de un mundo material cuando el alma no lo
es precisamente, cómo explicar el amor cuando no hay nada material que lo pueda
definir, nos quedamos cortos buscando definiciones para las tantas situaciones
que nos toca vivir, en la cual carecemos incluso de palabras para definirlas
mucho menos para reflejarlas en el mundo físico, dimensional y material. Entonces seguimos siendo algo mucho más complejo
que el accidente cósmico de millones de años de evolución de una materia inerte
e insensible. Aunque existan personas que a lo mejor ataquen mi forma de pensar
hasta ellos saben en su interior que estamos a merced de una realidad
espiritual aún más compleja de las leyes de la materia como tal.
Y de ahí mi idea principal: la persona ha perdido su gran legado de
millones de años de evolución: la de ser humano, la de tener sensibilidad
social, la de ayudar a todo aquel de forma desinteresada, la del humanismo como
filosofía, la de aquellos grandes sabios que antes de nosotros nos dejaron su
legado de obras y de ideas, de libros y de muchísimas manifestaciones artísticas,
científicas y de diferentes formas más,
el humano quiere ser el eterno triunfador de su entorno pero olvida que le debe
a este legado parte de su gran desarrollo al humanismo como tal. De qué nos
sirve que la materia evolucione sino es para dar saltos en la calidad del
humano, ¿de qué sirve nacer, vivir y morir si no tenemos claros qué queremos de
nuestras vidas? Si nos hemos quedado a ser una simple materia sin la más mínima
sensibilidad por aquellos que no están en las mejores condiciones, si hemos
perdido la perspectiva de ser una raza, de pertenecer a un todo interconectado
y también a un universo infinito y vasto, sino creemos en ser un alma si nos
dejamos engañar pensando que sólo somos una compleja materia resultado de un
accidente cósmico, sino asumimos nuestra realidad espiritual hemos dejado de
ser humanos y nos convertiremos cada vez en materia inteligente, agnóstica,
insensible y consumista, lo cual nos aleja de nuestra más íntima realidad: ser
un alma que acompaña a un cuerpo no lo contrario, no somos un cuerpo dotado de
alma porque de ahí pensamos que lo principal es el cuerpo que al fin y al cabo
tendrá que fallecer y de terminar, pero mi alma esa que hace que escriba estas
palabras es infinita, llena de amor y no puede terminar, seguirá en este
escrito y en todo aquello que pueda escribir para la posteridad, al igual de
aquellos humanistas que han creído en la grandeza y en la nobleza de esta raza
que aún necesita crecer espiritualmente: la humana.
Ezequiel Méndez
@ezek71 (twitter)
http://ezequielmendez.info